Ponencia d' Aurora García Rivas, lleída na segunda edición de l'Arribada, el 17 de setiembre de 2007.
“El ojo de la aguja”, una mirada personal.
Apunte biobibliográfico:
Carlos Bousoño representa una de las más altas muestras de poesía escrita por asturianos.
Nacido en uno de los municipios occidentales de Asturias, Boal, en 1923, con sólo 22 años y recién licenciado en Filología Románica, publica su primer libro de poesía Subida al amor, donde se refleja la soledad de una adolescencia marcada por la falta del padre, así como resulta ser el comienzo de una fértil obra creativa que, con un estudio concienzudo de la Poesía, hará de él, además, un crítico sagaz y riguroso, destacando su profundo estudio sobre la poesía de Vicente Aleixandre.
Su interés por encontrar el origen del lenguaje poético lo llevaría a indagar en el tema y a ofrecernos amplios y completos estudios sobre el mismo.
Considerado excelente profesor de Literatura y brillantísimo conferenciante, fue Premio Fastenrath de la Real Academia Española en 1952, de la Crítica en 1968 y 1974, Nacional de Literatura en 1979 y 1990, de las Letras Españolas en 1993 y Príncipe de Asturias de las Letras en 1995.
Algunos de sus títulos de poesía:
Hacia otra luz, Oda en la ceniza, La búsqueda, Al mismo tiempo que la noche, Las monedas contra la losa, Elegías (A Vicente Aleixandre), Metáfora del desafuero, El ojo de la aguja...
Y de teoría y crítica literaria:
La poesía de Vicente Aleixandre, Seis calas en la expresión literaria española (con Dámaso Alonso), Teoría de la expresión poética (Premio Fastenrath 1952) El irracionalismo poético (el simbolismo), superrealismo poético y simbolización.
En 1979 ingresa en la Real Academia de la Lengua como miembro de número.
INTRODUCCIÓN
Dónde nacieron los términos surrealismo y surrealista.
Apollinaire, poeta francés, innovador poético e inventor de los términos surrealismo y surrealista en 1917, dice: “Cuando el hombre quiso imitar la acción de andar, creó la rueda, que no se parece a una pierna. Del mismo modo ha creado, inconscientemente, el surrealismo... Después de todo, el escenario no se parece a la vida que representa más que una rueda a una pierna.”
Del mismo Bousoño, estableciendo un claro paralelismo, son las siguientes palabras, extraídas de su obra Teoría de la expresión poética, versión definitiva de 1976, en la que hace un profundísimo estudio sobre el surrealismo, la imagen visionaria, y el simbolismo.
“En la visión no encontramos ya un plano real sobre el que otro, evocado, se cierne. No podemos realizar una “traducción” en el sentido en que, de algún modo, resultaba hacedero practicarlo en la imagen tradicional y en la que hemos llamado visionaria... No es máscara bajo la cual se esconde un rostro de perfil diferente, sino que se trata del mismo rostro real, bien que deformado en alguno de sus elementos. Tal es muchas veces la causa de que a un lector no avezado pueda resultarle ininteligible la poesía “contemporánea”. Busca una traducción para las visiones, esto es, un objeto real, distinto, al que referirlas: simple error de enfoque, provocado por la costumbre de leer la poesía anterior a la contemporánea.”
(Bousoño: Teoría de la expresión poética, Pags: 232, 233, 234 Tm. I)
“La imagen visionaria, dice también, lejos de ser un capricho incontrolable, resulta una genial revelación.” (Bousoño, Teoría de la expresión poética; Tomo I, página 205).
“Pero si debajo de una visión no hay un objeto real, habrá, sin duda, algo real que la justifique, pues el hombre sólo está interesado en la realidad, y nunca en lo irreal puro, que le es, por absurdo, inexpresivo”. (Bousoño: Teoría de la expresión poética, pag. 234, Tm. I)
Por otra parte él mismo habla del protagonista del poema, y cita a Pessoa:
“La persona que habla en el poema, aunque con frecuencia mayor o menor, coincida de algún modo con el yo empírico del poeta, es, pues, sustantivamente, un “personaje”, una composición que la fantasía logra a través de los datos de la experiencia. [...]”Dice el poeta portugués:
O poeta é un fingidor.
Finge tao completamente
que chega fingir que e´dor
a dor que de veras sente.
(Pessoa: 164) “Autopsicografía”
Sigue diciendo Bousoño “…las imágenes invaden la sensibilidad del lector, no entran a través de lo sensorial. La imagen visionaria nos da a entender la intensidad en el sentimiento que un objeto nos provoca. No compara con un referente de sus mismas o parecidas cualidades, sino que va más allá, produciendo en el lector impresiones subjetivas que nacen de la intuición. El lector asimila la imagen desde su intuición, y más aun, la asimila a sus propios sentimientos impresionados de esta forma, no a través de los sentidos, sino de lo que provocan en su sensibilidad.” (Bousoño: Teoría de la expresión poética, 28)
Carlos Bousoño en El ojo de la aguja.
Estudioso y seguidor del surrealismo y del simbolismo, nos brinda una muestra de ese estilo en El ojo de la aguja, libro de densidad casi inconmensurable, imposible de encerrar en estas pocas palabras, cuando de cada poema podríamos obtener material sobrado para una tesis.
Una mirada personal
De entrada, Bousoño nos ofrece una visión rilkeana de la muerte, aquella que Rilke apunta en “Los cuadernos de Malte Laurids Brigge” de que cada hombre “nace con su propia muerte” y ésta lo acompaña durante toda su vida hasta el desenlace final:
Dice el poeta de Praga;
Antes se sabía –o quizá solamente se sospechaba- que cada cual contenía su muerte, como el fruto su semilla. Los niños tenían una pequeña; los adultos, una grande. (Rilke: 30)
Y Bousoño dice:
Pues sabéis que mi muerte, invisible con mi vida nació,
creció luego conmigo, y empezó (misteriosa, indirecta,
mirando hacia otro lado)
su actividad...
(Bousoño: “El ojo de la aguja”, 21)
De él mismo dice: “Yo soy un estoico a quien no le da miedo la muerte. Vivo su cercanía intensamente, pero no con desesperación”.
A mí, personalmente, todo el libro me recuerda, en cierta medida, a Ingmar Bergman en la película “El séptimo sello”, de la que el mismo Begrman comenta: “El séptimo sello” es una alegoría cuyo tema es muy sencillo: el hombre, en busca de Dios, con la Muerte como única certidumbre”. (J. Siclier, 150) Las imágenes que Bousoño nos muestra, parecen desfilar por su cabeza igual que las secuencias de la película con la temática de la búsqueda de Dios por el Hombre, que, a pesar de no saber casi nada de si mismo, indaga en lo sobrenatural, en aquello que le excede y sobrepasa, y donde la Muerte, desconocida también, se presenta como último y seguro destino.
Habla también de vida, en este caso de construcción, de cómo nace un poema, usando con frecuencia el metalenguaje:
Aquí
sopla la tramontana. No se siente
porque toma la forma de un acontecimiento
verbal: algo allí se nos nombra.
…………..
Barro en las manos del alfarero,
sencillas las palabras, las de todos los días,
incontroladas, rotas, dispersas en el lugar
del naufragio,
destrozadas en el oleaje,
alzadas a persuasión, instaladas en la permanencia.
(…)
La mano en el papel. Intensamente.
Y ha empezado a brotar
algo encendido y dulce,
…………………
(Bousoño:”El ojo de la aguja”, 121-123).
Metalenguaje aplicado en la presente obra, donde también el simbolismo le confiere intensa personalidad y notable calidad, tanto poética como de investigación lingüística.
Sigue diciendo
Un hilo plateado
que va entrando en la aguja
y la aguja en la carne
cosida porque sí.
(Bousoño, “El ojo de la aguja”, 27)
Todo ello otorga a sus versos, con frecuencia, un sentido de religiosa solemnidad cercana al tema de algunas películas como “Los cuatro jinetes del Apocalipsis” de Vicente Minnelli. Carne sufriente, herida, dueña también del orden de las cosas, necesaria y portadora de si misma y del orden universal:
El orden verdadero
muy dentro de la carne…(Bousoño:29)
y aunque dueña de su orden, sujeta sin embargo al imperio de mandatarios de dudosa moral, la carne se transfigura en objeto y sujeto del dolor y de la grandeza igual que del gozo y de la miseria.
Pero todo va pasando por el ojo de la aguja, lo grande, lo pequeño, lo que respira, lo que duerme..., Vida y Muerte, el Arte, la Ciencia, la Historia, lo sagrado... lo vanal… y el camello. Como si de un acertijo o de un juego de magia se tratase, todo pasa por el ojo de la aguja.
Lo simbólico cobra aquí la fuerza de un designio inexorable, machaconamente repetido, manejado desde lo que no alcanzamos a comprender:
Dice:
Un hilo plateado
que va entrando en la aguja,
y la aguja en la carne,
cosida porque sí.
(Bousoño: “El ojo de la aguja”,27)
El orden verdadero
muy dentro de la carne.
(Bousoño: “El ojo de la aguja”,29)
…el sufrir de las hordas cavernarias y el mendigo que
duerme en las noches más crudas del invierno
debajo de los puentes para evitar la lluvia
-pasando
por el ojo
de la aguja-
(Bousoño: “El ojo de la aguja”,30)
Todo pasa por el ojo de la aguja.
Hay referencias constantes al misterio, a lo que nadie vio y no vuelve nunca.
Leemos:
¡El más allá! ¡Y si el otro mundo fuera como éste!
(Bousoño: “El ojo de la aguja”, 33).
Desesperanza, escepticismo, barroquismo expositivo, búsqueda constante de lo que no se ve capaz de encontrar y sin embargo no ceja en el esfuerzo continuo, reiterativo, dispuesto a ir siempre más allá, con la Palabra como único instrumento válido:
Dice:
Y resulta entonces que el enigma no tiene solución,
ni el viento pausa,
ni el error corrección alguna en la opacidad
de sus negrísimas nubes en donde nace el trueno.
(Bousoño: “El ojo de la aguja”, 40)
Habla de la incapacidad del hombre, a veces para ser consciente incluso de si misma. Laberintos revelados en la palabra pero no entendidos, apenas aceptados, sótanos, fauces, lugares todos donde lo siniestro se funde con lo desconocido en un, a veces, mal disimulado terror a la Nada.
Como Ratzinger nos dice en “Jesús de Nazaret”:
En todos los tiempos, el hombre no se ha preguntado sólo por su proveniencia (procedencia) originaria; más que la oscuridad de su origen, al hombre le preocupa lo impenetrable del futuro hacia el que se encamina. Quiere rasgar el velo que lo cubre; quiere saber qué pasará, para poder evitar las desventuras e ir al encuentro de la salvación. (Ratzinger: 23)
Sin entrar en valoraciones religiosas, ésa es la búsqueda, qué hay más allá si hay algo, si el “alma” que nos suponemos seguirá existiendo después de la muerte. O tal vez es algo mucho más sencillo en palabras del mismo Rilke: Él, Dios, está fervientemente interesado en que los hombres estén cerca de Él […] la religión […] no es un deber, ni una renuncia, ni una limitación. Es una dirección del corazón.
Desde otra temática, como León Felipe en Oh, este viejo y roto violín, nos habla de los horrores de Auschwitz aunque el tono es absolutamente distinto. Mientras en el poeta de Tábara aparece como lo que fue, un lugar de exterminio y horror, tratado con un estilo realista, directo y sobrio que dice:
Aquí se rompen las cuerdas de todos
los violines del mundo.
¿Me habéis entendido, poetas infernales?
Virgilio, Dante, Blake, Rimbaud...
.....................
Yo también soy un gran violinista...
y he tocado en el infierno muchas veces...
Pero ahora aquí...
rompo mi violín... y me callo. (L. Felipe: 114)
Bousoño fija su mirada en un aspecto de dudosa estética, incide en el desajuste terrorífico de las formas no exentas de belleza frente al fondo.
Leemos:
Es la hora en la que cae la sombra sobre el farallón,
sobre la cadencia del mar; en que cae
el hacha de la verdad, y se deshace el remedo
sobre una cabeza implorante.
Y es de ver, en los otros, después de lo mismo,
la repetición,
y la repetición de la repetición: tal, en el ensayo
insistente
de una obra teatral, bajo la mirada escrupulosa
y sin término
de un director exigente y maniático.
(Bousoño: “El ojo de la aguja”, 23)
Habla de muerte, de exterminio. La Palabra es la más poderosa de las armas incruentas, y por lo mismo la Poesía su más alta expresión. La pavorosa solemnidad de los versos que nos ofrece Bousoño no son más que el tañer de los metales del horror y el poeta habla del sufrimiento que unos seres confieren a otros, comprometiéndose de esa manera con la injusticia y el dolor.
Seguimos leyendo:
Porque aquellos sucesivos ajusticiamientos callados,
la mortandad sigilosa y sin pausa, y los furtivos
trenes que llegan repletos
uno tras otro, desde siempre hasta siempre,
a Treblinka y a Auschwitz
hacen rejuvenecer siniestramente hasta el fondo,
de las raíces más hondas al orbe,
y una explosión repentina de rosas ardientes
y júbilo, con crueldad, sin descuido de ninguno
de sus recovecos
de arriba abajo, espantosamente,
renuévanlo.
(…)
interminablemente, definitivamente,
más profundos que todas las realidades y sueños,
victoriosos del todo, cataclismos universales
necesariamente, desfilan.
(Bousoño: “El ojo de la aguja”, 23)
De la misma manera el destino trágico de algunos seres de desdichado final, refleja el Final inexorable de cada uno, sea cual sea, pero que Bousoño compara a un ajusticiamiento.
Leemos:
cuando a su hora, furtivamente, los guardianes
llevasen a rastras hacia el castigo
(éste sí, entero, capital)…
(Bousoño: “El ojo de la aguja”, 44),
Hace una referencia a la infancia, tal vez un recuerdo de la propia, en el desamparo de una orfandad temprana y en la lejanía del padre:
A aquellas vidas, que ya habían sido acaso
en la remota infancia
(confiada, anhelante, crédula de la luz) suficientemente arañadas, pisadas
vaciadas, extintas...
(Bousoño: “El ojo de la aguja”, 44)
consciente el poeta que es en ella, en la infancia, donde se tejen los caracteres y a veces los destinos.
La noche, igual de misteriosa, negada a si misma, imposibilitada de florecer: ... y no entiendo qué ocurre/ en la noche callada... El afán del hombre por saber, cuando quizá ningún dios le concedió ese don ni está en su mano poseerlo. La figura de Luzbel (implícita) de semejarse a su Creador, aparece inconscientemente en el ansia de saber, el por qué de lo que le preocupa. El Bien y el Mal subyacen paralelos, en ellos quizá, en ambos, se encuentra al menos un atisbo de Conocimiento. En todo caso, imposible aprehenderlos, tal vez en el campo sólo de lo “visionario”, de lo intuitivo, pero que es casi imposible de traducir a palabras inteligibles.
Su poesía en El ojo de la aguja sigue ofreciéndonos una visión subjetiva y surrealista de la Muerte, ante la imposibilidad de explicarla de otra forma, en contraposición a, por ejemplo, Gamoneda, en cuyos poemas la vejez desgarra lúcidamente al final días:
He envejecido dentro de tus ojos; ... como una miel oscura, yo te siento en mis labios ir hacia la muerte. (Gamoneda: 363)
Tu cabello encanece entre mis manos... (Gamoneda: 366).
Y de la que Gamoneda sí tiene una clarividente certeza: Sé que las uñas crecen en la muerte. (Gamoneda: 476).
O podemos, del mismo modo, hablar de las sutilezas que J. M. Caballero Bonald usa para referirse al mismo tema, aunque asoma la certeza del mismo, pero no el hecho:
Aún es la vida y ya es la muerte.
(Bonald: 34)
Cada vez las noches
tienen ya algo de preámbulos.
(Bonald: 59)
Ya sólo aspiras a la recompensa
que un destino inconcluso aún te debe:
¡un día más en vísperas del último!
(Bonal: 74)
La evidencia del hecho mismo podemos leerla en poemas de Ángel González, contada, eso sí, en su estilo sencillo, próximo, entrañable, lejos de la solemnidad de Bousoño, o de la amargura de Gamoneda, o de la sutileza de Caballero Bonald:
Sé que llegará el día en que ya nunca
volveré a contemplar
tu mirada curiosa y asombrada.
(González: 198)
La búsqueda de respuestas no posibles, por parte de Bousoño, ante preguntas inútiles, se repiten constantemente y hacen de esta obra un compendio de cripticismo, de expresiones oscuras, en las que la mente del lector indaga con la misma incapacidad para la comprensión que el mismo autor. Es posible que Bousoño también lo sepa, pero sus referencias son menos tangibles que las de este otro poeta asturiano.
Hay también un poema dedicado específicamente al mar, y titulado Frente al mar, mira al mar como fuente de toda vida, pero también como destino final, la vuelta a los orígenes. Quién sabe si lo poético es la única manifestación posible de toda realidad, porque ve un poco, sólo un poco más allá, la ÚNICA VERDAD: somos polvo de estrellas.
Nos cuenta:
Y la voz que se eleva en el elogio impuro.
Oh limpidez del cielo, aire ligero y sumo, tersa brisa
dando frescor al mar, que, interminable
existe por completo y por completo es,
y así hace envejecer de manera instantánea
al rostro humano que lo mira,
y luego reta,
hondo,
con su profundidad,
nuestra superflua vida.
(Bousoño: “El ojo de la aguja”, 77)
La limpidez del cielo, el aire ligero, la tersa brisa, que dan frescor al mar…, Es como una pintura, una acuarela, no por leve menos intensa. Ciertamente, ninguna voz humana podría alcanzar hablar del mar, de la mar, de forma tan pura que siquiera rozase la grandeza de una de sus gotas de agua. Sólo él, el mar, sería capaz de hablar de si mismo en los términos justos. Y lo hace pero no siempre entendemos su voz. Tan sólo la traducimos, muchas veces de forma torpe e inadecuada.
Entonces, ya casi cerca del final del poema, Bousoño retoma su humana mortalidad para mirar desde ella lo ilimitado y la grandeza del mar.
Y de este modo,
se nos hace difícil
percibir sin espanto
aquel gran suceder
que nos impone límites, fronteras
tristes
desde su infinitud.
(Bousoño: “El ojo de la aguja”, 78)
Habla del espanto de percibirnos dentro de nuestros propios límites.
Sigue diciendo:
Un orden repentino surge entonces
de delicadas jerarquías,
suaves los tránsitos, leves concesiones
a un tenue descender, en donde somos
el último peldaño, escalón mendicante, ruin comienzo
del verdadero deshonor.
(Bousoño: “El ojo de la aguja”, 78)
La desolación que se advierte en estos últimos versos, está en plena consonancia con todo el poemario, fatalista, que nos ofrece una visión a veces lúgubre, a veces radiante, de nuestra propia existencia, donde la Muerte pergeña los límites de la vida, y espera paciente nuestra hora, eso sí, con la certeza de que volveremos a ser lo que fuimos, polvo que un día fue gota de agua en el mar, en la mar, también en vuestra mar de Candás, o frente a Candás. Así podremos alcanzar de nuevo la más alta jerarquía, la del mar, que, en ciclo inexorable, concede y arrebata lo que es suyo.
Se refiere también al Arte, ese poder creador cercano a la divinidad, o como aquello que produce extrañamiento, tal como García Martín nos cuenta:
El arte es atención y extrañamiento:
contemplar lo que borra la costumbre
como si nunca lo hubieras visto antes. (García Martín: 142)
pero que parece en Bousoño partir siempre de lo estudiado, de lo investigado y mejor aun de lo experimentado a través de la intuición alguna vez y otras del análisis, mientras investiga más allá de la pura teoría literaria.
Esto se refleja en sus referencias a la Belleza, al Arte y a la Cultura: de las que dice en Canto de la salvación: El canto, en verdad, extraordinario poema:
Hay algo en el mundo que en verdad no pasa,
pues no ocupa espacio ni un tiempo en un hoy.
El Arte no un sitio, un ayer o un dónde.
El Arte, de pronto, una Aparición.
En él sólo existe
revuelo, gozoso bullicio, rebose en gorjeo,
bandada de pájaros, mirlo, ruiseñor,
(…)
La más delicada manera suavísima
de perseverancia más allá del viento,
apenas un gesto, una seña como
que algo se insinuó.
(…)
reinvindica el fuego, la tierra y el agua,
la rosa del mundo,
el tacto, el color,
y son ruiseñores y todo lo borran…
(…)
somos ruiseñores, domingo que asciende,
¡la feria, la flauta, la noria que rueda,
hay fiesta en el aire que va más allá!
(…)
¡la vida se queja,
se aleja, llevada,
alzada entre auges,
y el viento es supremo,
y el aire es feliz!
(…)
Se levanta gente
que siempre entendía,
se levanta, al tiempo,
quien nunca entendió;
y una oreja luego
en pos de un sonido,
y un pétalo roto
en pos de una flor.
Y un ojo furioso
da alcance a la aguja,
la aguja delgada
que lo atravesó.
(…)
(Bousoño: “El ojo de la aguja”, 137-138-14-141))
Habla también del poeta como orfebre de algún vaso precioso.
Así lo cuenta:
…el alto prestigio de elaborar con lo que no es,
hacer entrar en un poro la delgadez de un hilo
inexistente...
(Bousoño: “El ojo de la aguja”, 131)
Y no es tan sólo un brillo, es, sobre todo
allí, en el encierro leve de unas palabras puras,
en donde se produce
la entrada en el recinto que nos ciega,
el recinto total, en donde todo
cambia, todo se alumbra, alzándose.
(Bousoño: “El ojo de la aguja”, 134)
Sobre todo en este largo poema “El canto”, con alusiones a la química y a la alquimia: matraz, alambique (Bosoño: “El ojo de al aguja”, 127), a la biología: bacterias que parecen ser en este caso pilar y andamio para construir la Poesía del mismo modo que se construye lo biológico o se experimenta en un laboratorio. (Bousoño: “El ojo de la aguja”, 128).
Nos ofrece además un punto tremendista, apocalíptico, las constantes alusiones del autor a los textos sagrados del Antiguo y del Nuevo Testamento: hondas de Jericó (Bousoño: “El ojo de la aguja”, 146), (...sino la zarza ardiendo en el Horeb)(Sinaí) (Bousoño:”El ojo de la aguja”, 146, 147, 128, 149, 153,) y su aplicación al texto confiere a éste la lucidez de lo aprendido de otros autores, la Gran Escuela construida desde que el Hombre aprendió a usar la Palabra, las primeras obras literario-religiosas, maestras de todos los tiempos y nunca superadas, en ellas está todo, porque quizá no hay nada nuevo bajo el Sol.
Y habla del estruendo de las trompas celestiales, de simas carcelarias, de dar vista al ciego, abrigo al desnudo; las jerarquías angélicas aparecen como el estrépito del Juicio Final donde Dominaciones, Serafines, Arcángeles, Ángeles... soplarán sus trompetas de Justicia.
Con frecuencia su poesía cobra tintes de escritura automática, reveladora del subconsciente, en un largo discurrir por el mundo de lo inconsciente y puro, dejándose llevar a una sucesión de ideas que devienen en ideas que, a su vez, devienen en imágenes, en sueños, en lo onírico de un mundo un tanto alucinado inmerso en el arte creador del poeta.
Para terminar nos dice:
… -marcados, esclavizados-
por una oculta mano, como un duro
e inexorable sino creciente
de poder y de sombra.
(Bousoño: “El ojo de la aguja”, 154)
CONCLUSIÓN:
El Poder y la Sombra, al final, fin de todo, Muerte y Nada, otra vez la temática de “El séptimo sello” todo en la misma palabra, todo ello búsqueda de lo que nadie parece haber encontrado nunca, eso es, a mi entender, El ojo de la aguja, Poesía, Metafísica, Filosofía, Teología, Química, Biología, Conciencia. Conciencia del ser humano frente al Ser Supremo, o tal vez desafío del Ser Supremo frente a sus criaturas, Bousoño en este caso.
Porque él, Bousoño, también busca el Más Allá sólo con recursos del Más Acá ¿ha sido alguna vez posible, o reintenta lo que tantos han intentado antes que él: buscar sabiendo que nunca encontrará respuestas. Entonces, tal vez ¿no es importante encontrar respuestas? Pero es preciso seguir preguntándose para no olvidar que el Hombre es sólo eso, y el Poeta es aquel que se siente capaz incluso de pensar, dice Omar Lara, que la poesía no es sino una cadena de preguntas.... Porque las respuestas están ya dadas. El problema, el enigma, es cuál es la pregunta que le viene a esas respuestas. (O. Lara: 100) Lo aparentemente contradictorio en este caso es sólo eso, apariencia. Preguntas o respuestas dadas, hay en esta ecuación dos términos en los que sólo existen incógnitas. Y nadie, por tanto, encuentra la solución. Son dos formas distintas de mirar lo mismo, el enigma y su búsqueda. O volviendo a Rilke, sus mismas palabras nos invitan a la aceptación: deja que todo te suceda, la belleza y el espanto.
Bibliografía:
BOUSOÑO, CARLOS (1993): El ojo de la aguja, TusQuets, Barcelona.
(1976): Teoría de la expresión poética, (Biblioteca Románica Hispánica) Editorial Gredos, Tomo I, Madrid.
CABALLERO BONALD, J. M. (2005): Manual de infractores, Seix Barral,
S. A., Barcelona.
FELIPE, LEÓN (1984): de “Oh, este viejo y roto violín”, en León Felipe, El viento, antología poética, Leopoldo de Luis, Círculo de Lectores, Barcelona.
GAMONEDA, ANTONIO (2004): Esta luz, Poesía reunida (1947-2004), Galaxia Gutemberg (Círculo de Lectores), Barcelona.
GARCÍA MARTÍN, J.L. (1990): Poesía reunida 1972-1990, Libros del Pexe, Gijón.
GONZÁLEZ, Á. (2002): 101+19=120 poemas, Visor, Madrid
LARA, OMAR (2003): Voces de Portocaliu, Serie cuadernos Atenea, Editorial Universidad de Concepción, Chile.
PAU, ANTONIO (2007) Rilke, la belleza y el espanto, Trotta S. A, Madrid.
PESSOA, F. (1965): Obra poética, Río de Janeiro, Aguilar.
RATZINGER, JOSEPH (2007): Jesús de Nazaret, La esfera de los libros S. L., Madrid.
RILKE, R. M. (1978): Los cuadernos de Malte Laurids Brigge, Losada, Madrid.
SICLIER, JACQUES (1962): Ingmar Bergman, Libros de cine Rialp, Rialp, S. A., Madrid.
“El ojo de la aguja”, una mirada personal.
Apunte biobibliográfico:
Carlos Bousoño representa una de las más altas muestras de poesía escrita por asturianos.
Nacido en uno de los municipios occidentales de Asturias, Boal, en 1923, con sólo 22 años y recién licenciado en Filología Románica, publica su primer libro de poesía Subida al amor, donde se refleja la soledad de una adolescencia marcada por la falta del padre, así como resulta ser el comienzo de una fértil obra creativa que, con un estudio concienzudo de la Poesía, hará de él, además, un crítico sagaz y riguroso, destacando su profundo estudio sobre la poesía de Vicente Aleixandre.
Su interés por encontrar el origen del lenguaje poético lo llevaría a indagar en el tema y a ofrecernos amplios y completos estudios sobre el mismo.
Considerado excelente profesor de Literatura y brillantísimo conferenciante, fue Premio Fastenrath de la Real Academia Española en 1952, de la Crítica en 1968 y 1974, Nacional de Literatura en 1979 y 1990, de las Letras Españolas en 1993 y Príncipe de Asturias de las Letras en 1995.
Algunos de sus títulos de poesía:
Hacia otra luz, Oda en la ceniza, La búsqueda, Al mismo tiempo que la noche, Las monedas contra la losa, Elegías (A Vicente Aleixandre), Metáfora del desafuero, El ojo de la aguja...
Y de teoría y crítica literaria:
La poesía de Vicente Aleixandre, Seis calas en la expresión literaria española (con Dámaso Alonso), Teoría de la expresión poética (Premio Fastenrath 1952) El irracionalismo poético (el simbolismo), superrealismo poético y simbolización.
En 1979 ingresa en la Real Academia de la Lengua como miembro de número.
INTRODUCCIÓN
Dónde nacieron los términos surrealismo y surrealista.
Apollinaire, poeta francés, innovador poético e inventor de los términos surrealismo y surrealista en 1917, dice: “Cuando el hombre quiso imitar la acción de andar, creó la rueda, que no se parece a una pierna. Del mismo modo ha creado, inconscientemente, el surrealismo... Después de todo, el escenario no se parece a la vida que representa más que una rueda a una pierna.”
Del mismo Bousoño, estableciendo un claro paralelismo, son las siguientes palabras, extraídas de su obra Teoría de la expresión poética, versión definitiva de 1976, en la que hace un profundísimo estudio sobre el surrealismo, la imagen visionaria, y el simbolismo.
“En la visión no encontramos ya un plano real sobre el que otro, evocado, se cierne. No podemos realizar una “traducción” en el sentido en que, de algún modo, resultaba hacedero practicarlo en la imagen tradicional y en la que hemos llamado visionaria... No es máscara bajo la cual se esconde un rostro de perfil diferente, sino que se trata del mismo rostro real, bien que deformado en alguno de sus elementos. Tal es muchas veces la causa de que a un lector no avezado pueda resultarle ininteligible la poesía “contemporánea”. Busca una traducción para las visiones, esto es, un objeto real, distinto, al que referirlas: simple error de enfoque, provocado por la costumbre de leer la poesía anterior a la contemporánea.”
(Bousoño: Teoría de la expresión poética, Pags: 232, 233, 234 Tm. I)
“La imagen visionaria, dice también, lejos de ser un capricho incontrolable, resulta una genial revelación.” (Bousoño, Teoría de la expresión poética; Tomo I, página 205).
“Pero si debajo de una visión no hay un objeto real, habrá, sin duda, algo real que la justifique, pues el hombre sólo está interesado en la realidad, y nunca en lo irreal puro, que le es, por absurdo, inexpresivo”. (Bousoño: Teoría de la expresión poética, pag. 234, Tm. I)
Por otra parte él mismo habla del protagonista del poema, y cita a Pessoa:
“La persona que habla en el poema, aunque con frecuencia mayor o menor, coincida de algún modo con el yo empírico del poeta, es, pues, sustantivamente, un “personaje”, una composición que la fantasía logra a través de los datos de la experiencia. [...]”Dice el poeta portugués:
O poeta é un fingidor.
Finge tao completamente
que chega fingir que e´dor
a dor que de veras sente.
(Pessoa: 164) “Autopsicografía”
Sigue diciendo Bousoño “…las imágenes invaden la sensibilidad del lector, no entran a través de lo sensorial. La imagen visionaria nos da a entender la intensidad en el sentimiento que un objeto nos provoca. No compara con un referente de sus mismas o parecidas cualidades, sino que va más allá, produciendo en el lector impresiones subjetivas que nacen de la intuición. El lector asimila la imagen desde su intuición, y más aun, la asimila a sus propios sentimientos impresionados de esta forma, no a través de los sentidos, sino de lo que provocan en su sensibilidad.” (Bousoño: Teoría de la expresión poética, 28)
Carlos Bousoño en El ojo de la aguja.
Estudioso y seguidor del surrealismo y del simbolismo, nos brinda una muestra de ese estilo en El ojo de la aguja, libro de densidad casi inconmensurable, imposible de encerrar en estas pocas palabras, cuando de cada poema podríamos obtener material sobrado para una tesis.
Una mirada personal
De entrada, Bousoño nos ofrece una visión rilkeana de la muerte, aquella que Rilke apunta en “Los cuadernos de Malte Laurids Brigge” de que cada hombre “nace con su propia muerte” y ésta lo acompaña durante toda su vida hasta el desenlace final:
Dice el poeta de Praga;
Antes se sabía –o quizá solamente se sospechaba- que cada cual contenía su muerte, como el fruto su semilla. Los niños tenían una pequeña; los adultos, una grande. (Rilke: 30)
Y Bousoño dice:
Pues sabéis que mi muerte, invisible con mi vida nació,
creció luego conmigo, y empezó (misteriosa, indirecta,
mirando hacia otro lado)
su actividad...
(Bousoño: “El ojo de la aguja”, 21)
De él mismo dice: “Yo soy un estoico a quien no le da miedo la muerte. Vivo su cercanía intensamente, pero no con desesperación”.
A mí, personalmente, todo el libro me recuerda, en cierta medida, a Ingmar Bergman en la película “El séptimo sello”, de la que el mismo Begrman comenta: “El séptimo sello” es una alegoría cuyo tema es muy sencillo: el hombre, en busca de Dios, con la Muerte como única certidumbre”. (J. Siclier, 150) Las imágenes que Bousoño nos muestra, parecen desfilar por su cabeza igual que las secuencias de la película con la temática de la búsqueda de Dios por el Hombre, que, a pesar de no saber casi nada de si mismo, indaga en lo sobrenatural, en aquello que le excede y sobrepasa, y donde la Muerte, desconocida también, se presenta como último y seguro destino.
Habla también de vida, en este caso de construcción, de cómo nace un poema, usando con frecuencia el metalenguaje:
Aquí
sopla la tramontana. No se siente
porque toma la forma de un acontecimiento
verbal: algo allí se nos nombra.
…………..
Barro en las manos del alfarero,
sencillas las palabras, las de todos los días,
incontroladas, rotas, dispersas en el lugar
del naufragio,
destrozadas en el oleaje,
alzadas a persuasión, instaladas en la permanencia.
(…)
La mano en el papel. Intensamente.
Y ha empezado a brotar
algo encendido y dulce,
…………………
(Bousoño:”El ojo de la aguja”, 121-123).
Metalenguaje aplicado en la presente obra, donde también el simbolismo le confiere intensa personalidad y notable calidad, tanto poética como de investigación lingüística.
Sigue diciendo
Un hilo plateado
que va entrando en la aguja
y la aguja en la carne
cosida porque sí.
(Bousoño, “El ojo de la aguja”, 27)
Todo ello otorga a sus versos, con frecuencia, un sentido de religiosa solemnidad cercana al tema de algunas películas como “Los cuatro jinetes del Apocalipsis” de Vicente Minnelli. Carne sufriente, herida, dueña también del orden de las cosas, necesaria y portadora de si misma y del orden universal:
El orden verdadero
muy dentro de la carne…(Bousoño:29)
y aunque dueña de su orden, sujeta sin embargo al imperio de mandatarios de dudosa moral, la carne se transfigura en objeto y sujeto del dolor y de la grandeza igual que del gozo y de la miseria.
Pero todo va pasando por el ojo de la aguja, lo grande, lo pequeño, lo que respira, lo que duerme..., Vida y Muerte, el Arte, la Ciencia, la Historia, lo sagrado... lo vanal… y el camello. Como si de un acertijo o de un juego de magia se tratase, todo pasa por el ojo de la aguja.
Lo simbólico cobra aquí la fuerza de un designio inexorable, machaconamente repetido, manejado desde lo que no alcanzamos a comprender:
Dice:
Un hilo plateado
que va entrando en la aguja,
y la aguja en la carne,
cosida porque sí.
(Bousoño: “El ojo de la aguja”,27)
El orden verdadero
muy dentro de la carne.
(Bousoño: “El ojo de la aguja”,29)
…el sufrir de las hordas cavernarias y el mendigo que
duerme en las noches más crudas del invierno
debajo de los puentes para evitar la lluvia
-pasando
por el ojo
de la aguja-
(Bousoño: “El ojo de la aguja”,30)
Todo pasa por el ojo de la aguja.
Hay referencias constantes al misterio, a lo que nadie vio y no vuelve nunca.
Leemos:
¡El más allá! ¡Y si el otro mundo fuera como éste!
(Bousoño: “El ojo de la aguja”, 33).
Desesperanza, escepticismo, barroquismo expositivo, búsqueda constante de lo que no se ve capaz de encontrar y sin embargo no ceja en el esfuerzo continuo, reiterativo, dispuesto a ir siempre más allá, con la Palabra como único instrumento válido:
Dice:
Y resulta entonces que el enigma no tiene solución,
ni el viento pausa,
ni el error corrección alguna en la opacidad
de sus negrísimas nubes en donde nace el trueno.
(Bousoño: “El ojo de la aguja”, 40)
Habla de la incapacidad del hombre, a veces para ser consciente incluso de si misma. Laberintos revelados en la palabra pero no entendidos, apenas aceptados, sótanos, fauces, lugares todos donde lo siniestro se funde con lo desconocido en un, a veces, mal disimulado terror a la Nada.
Como Ratzinger nos dice en “Jesús de Nazaret”:
En todos los tiempos, el hombre no se ha preguntado sólo por su proveniencia (procedencia) originaria; más que la oscuridad de su origen, al hombre le preocupa lo impenetrable del futuro hacia el que se encamina. Quiere rasgar el velo que lo cubre; quiere saber qué pasará, para poder evitar las desventuras e ir al encuentro de la salvación. (Ratzinger: 23)
Sin entrar en valoraciones religiosas, ésa es la búsqueda, qué hay más allá si hay algo, si el “alma” que nos suponemos seguirá existiendo después de la muerte. O tal vez es algo mucho más sencillo en palabras del mismo Rilke: Él, Dios, está fervientemente interesado en que los hombres estén cerca de Él […] la religión […] no es un deber, ni una renuncia, ni una limitación. Es una dirección del corazón.
Desde otra temática, como León Felipe en Oh, este viejo y roto violín, nos habla de los horrores de Auschwitz aunque el tono es absolutamente distinto. Mientras en el poeta de Tábara aparece como lo que fue, un lugar de exterminio y horror, tratado con un estilo realista, directo y sobrio que dice:
Aquí se rompen las cuerdas de todos
los violines del mundo.
¿Me habéis entendido, poetas infernales?
Virgilio, Dante, Blake, Rimbaud...
.....................
Yo también soy un gran violinista...
y he tocado en el infierno muchas veces...
Pero ahora aquí...
rompo mi violín... y me callo. (L. Felipe: 114)
Bousoño fija su mirada en un aspecto de dudosa estética, incide en el desajuste terrorífico de las formas no exentas de belleza frente al fondo.
Leemos:
Es la hora en la que cae la sombra sobre el farallón,
sobre la cadencia del mar; en que cae
el hacha de la verdad, y se deshace el remedo
sobre una cabeza implorante.
Y es de ver, en los otros, después de lo mismo,
la repetición,
y la repetición de la repetición: tal, en el ensayo
insistente
de una obra teatral, bajo la mirada escrupulosa
y sin término
de un director exigente y maniático.
(Bousoño: “El ojo de la aguja”, 23)
Habla de muerte, de exterminio. La Palabra es la más poderosa de las armas incruentas, y por lo mismo la Poesía su más alta expresión. La pavorosa solemnidad de los versos que nos ofrece Bousoño no son más que el tañer de los metales del horror y el poeta habla del sufrimiento que unos seres confieren a otros, comprometiéndose de esa manera con la injusticia y el dolor.
Seguimos leyendo:
Porque aquellos sucesivos ajusticiamientos callados,
la mortandad sigilosa y sin pausa, y los furtivos
trenes que llegan repletos
uno tras otro, desde siempre hasta siempre,
a Treblinka y a Auschwitz
hacen rejuvenecer siniestramente hasta el fondo,
de las raíces más hondas al orbe,
y una explosión repentina de rosas ardientes
y júbilo, con crueldad, sin descuido de ninguno
de sus recovecos
de arriba abajo, espantosamente,
renuévanlo.
(…)
interminablemente, definitivamente,
más profundos que todas las realidades y sueños,
victoriosos del todo, cataclismos universales
necesariamente, desfilan.
(Bousoño: “El ojo de la aguja”, 23)
De la misma manera el destino trágico de algunos seres de desdichado final, refleja el Final inexorable de cada uno, sea cual sea, pero que Bousoño compara a un ajusticiamiento.
Leemos:
cuando a su hora, furtivamente, los guardianes
llevasen a rastras hacia el castigo
(éste sí, entero, capital)…
(Bousoño: “El ojo de la aguja”, 44),
Hace una referencia a la infancia, tal vez un recuerdo de la propia, en el desamparo de una orfandad temprana y en la lejanía del padre:
A aquellas vidas, que ya habían sido acaso
en la remota infancia
(confiada, anhelante, crédula de la luz) suficientemente arañadas, pisadas
vaciadas, extintas...
(Bousoño: “El ojo de la aguja”, 44)
consciente el poeta que es en ella, en la infancia, donde se tejen los caracteres y a veces los destinos.
La noche, igual de misteriosa, negada a si misma, imposibilitada de florecer: ... y no entiendo qué ocurre/ en la noche callada... El afán del hombre por saber, cuando quizá ningún dios le concedió ese don ni está en su mano poseerlo. La figura de Luzbel (implícita) de semejarse a su Creador, aparece inconscientemente en el ansia de saber, el por qué de lo que le preocupa. El Bien y el Mal subyacen paralelos, en ellos quizá, en ambos, se encuentra al menos un atisbo de Conocimiento. En todo caso, imposible aprehenderlos, tal vez en el campo sólo de lo “visionario”, de lo intuitivo, pero que es casi imposible de traducir a palabras inteligibles.
Su poesía en El ojo de la aguja sigue ofreciéndonos una visión subjetiva y surrealista de la Muerte, ante la imposibilidad de explicarla de otra forma, en contraposición a, por ejemplo, Gamoneda, en cuyos poemas la vejez desgarra lúcidamente al final días:
He envejecido dentro de tus ojos; ... como una miel oscura, yo te siento en mis labios ir hacia la muerte. (Gamoneda: 363)
Tu cabello encanece entre mis manos... (Gamoneda: 366).
Y de la que Gamoneda sí tiene una clarividente certeza: Sé que las uñas crecen en la muerte. (Gamoneda: 476).
O podemos, del mismo modo, hablar de las sutilezas que J. M. Caballero Bonald usa para referirse al mismo tema, aunque asoma la certeza del mismo, pero no el hecho:
Aún es la vida y ya es la muerte.
(Bonald: 34)
Cada vez las noches
tienen ya algo de preámbulos.
(Bonald: 59)
Ya sólo aspiras a la recompensa
que un destino inconcluso aún te debe:
¡un día más en vísperas del último!
(Bonal: 74)
La evidencia del hecho mismo podemos leerla en poemas de Ángel González, contada, eso sí, en su estilo sencillo, próximo, entrañable, lejos de la solemnidad de Bousoño, o de la amargura de Gamoneda, o de la sutileza de Caballero Bonald:
Sé que llegará el día en que ya nunca
volveré a contemplar
tu mirada curiosa y asombrada.
(González: 198)
La búsqueda de respuestas no posibles, por parte de Bousoño, ante preguntas inútiles, se repiten constantemente y hacen de esta obra un compendio de cripticismo, de expresiones oscuras, en las que la mente del lector indaga con la misma incapacidad para la comprensión que el mismo autor. Es posible que Bousoño también lo sepa, pero sus referencias son menos tangibles que las de este otro poeta asturiano.
Hay también un poema dedicado específicamente al mar, y titulado Frente al mar, mira al mar como fuente de toda vida, pero también como destino final, la vuelta a los orígenes. Quién sabe si lo poético es la única manifestación posible de toda realidad, porque ve un poco, sólo un poco más allá, la ÚNICA VERDAD: somos polvo de estrellas.
Nos cuenta:
Y la voz que se eleva en el elogio impuro.
Oh limpidez del cielo, aire ligero y sumo, tersa brisa
dando frescor al mar, que, interminable
existe por completo y por completo es,
y así hace envejecer de manera instantánea
al rostro humano que lo mira,
y luego reta,
hondo,
con su profundidad,
nuestra superflua vida.
(Bousoño: “El ojo de la aguja”, 77)
La limpidez del cielo, el aire ligero, la tersa brisa, que dan frescor al mar…, Es como una pintura, una acuarela, no por leve menos intensa. Ciertamente, ninguna voz humana podría alcanzar hablar del mar, de la mar, de forma tan pura que siquiera rozase la grandeza de una de sus gotas de agua. Sólo él, el mar, sería capaz de hablar de si mismo en los términos justos. Y lo hace pero no siempre entendemos su voz. Tan sólo la traducimos, muchas veces de forma torpe e inadecuada.
Entonces, ya casi cerca del final del poema, Bousoño retoma su humana mortalidad para mirar desde ella lo ilimitado y la grandeza del mar.
Y de este modo,
se nos hace difícil
percibir sin espanto
aquel gran suceder
que nos impone límites, fronteras
tristes
desde su infinitud.
(Bousoño: “El ojo de la aguja”, 78)
Habla del espanto de percibirnos dentro de nuestros propios límites.
Sigue diciendo:
Un orden repentino surge entonces
de delicadas jerarquías,
suaves los tránsitos, leves concesiones
a un tenue descender, en donde somos
el último peldaño, escalón mendicante, ruin comienzo
del verdadero deshonor.
(Bousoño: “El ojo de la aguja”, 78)
La desolación que se advierte en estos últimos versos, está en plena consonancia con todo el poemario, fatalista, que nos ofrece una visión a veces lúgubre, a veces radiante, de nuestra propia existencia, donde la Muerte pergeña los límites de la vida, y espera paciente nuestra hora, eso sí, con la certeza de que volveremos a ser lo que fuimos, polvo que un día fue gota de agua en el mar, en la mar, también en vuestra mar de Candás, o frente a Candás. Así podremos alcanzar de nuevo la más alta jerarquía, la del mar, que, en ciclo inexorable, concede y arrebata lo que es suyo.
Se refiere también al Arte, ese poder creador cercano a la divinidad, o como aquello que produce extrañamiento, tal como García Martín nos cuenta:
El arte es atención y extrañamiento:
contemplar lo que borra la costumbre
como si nunca lo hubieras visto antes. (García Martín: 142)
pero que parece en Bousoño partir siempre de lo estudiado, de lo investigado y mejor aun de lo experimentado a través de la intuición alguna vez y otras del análisis, mientras investiga más allá de la pura teoría literaria.
Esto se refleja en sus referencias a la Belleza, al Arte y a la Cultura: de las que dice en Canto de la salvación: El canto, en verdad, extraordinario poema:
Hay algo en el mundo que en verdad no pasa,
pues no ocupa espacio ni un tiempo en un hoy.
El Arte no un sitio, un ayer o un dónde.
El Arte, de pronto, una Aparición.
En él sólo existe
revuelo, gozoso bullicio, rebose en gorjeo,
bandada de pájaros, mirlo, ruiseñor,
(…)
La más delicada manera suavísima
de perseverancia más allá del viento,
apenas un gesto, una seña como
que algo se insinuó.
(…)
reinvindica el fuego, la tierra y el agua,
la rosa del mundo,
el tacto, el color,
y son ruiseñores y todo lo borran…
(…)
somos ruiseñores, domingo que asciende,
¡la feria, la flauta, la noria que rueda,
hay fiesta en el aire que va más allá!
(…)
¡la vida se queja,
se aleja, llevada,
alzada entre auges,
y el viento es supremo,
y el aire es feliz!
(…)
Se levanta gente
que siempre entendía,
se levanta, al tiempo,
quien nunca entendió;
y una oreja luego
en pos de un sonido,
y un pétalo roto
en pos de una flor.
Y un ojo furioso
da alcance a la aguja,
la aguja delgada
que lo atravesó.
(…)
(Bousoño: “El ojo de la aguja”, 137-138-14-141))
Habla también del poeta como orfebre de algún vaso precioso.
Así lo cuenta:
…el alto prestigio de elaborar con lo que no es,
hacer entrar en un poro la delgadez de un hilo
inexistente...
(Bousoño: “El ojo de la aguja”, 131)
Y no es tan sólo un brillo, es, sobre todo
allí, en el encierro leve de unas palabras puras,
en donde se produce
la entrada en el recinto que nos ciega,
el recinto total, en donde todo
cambia, todo se alumbra, alzándose.
(Bousoño: “El ojo de la aguja”, 134)
Sobre todo en este largo poema “El canto”, con alusiones a la química y a la alquimia: matraz, alambique (Bosoño: “El ojo de al aguja”, 127), a la biología: bacterias que parecen ser en este caso pilar y andamio para construir la Poesía del mismo modo que se construye lo biológico o se experimenta en un laboratorio. (Bousoño: “El ojo de la aguja”, 128).
Nos ofrece además un punto tremendista, apocalíptico, las constantes alusiones del autor a los textos sagrados del Antiguo y del Nuevo Testamento: hondas de Jericó (Bousoño: “El ojo de la aguja”, 146), (...sino la zarza ardiendo en el Horeb)(Sinaí) (Bousoño:”El ojo de la aguja”, 146, 147, 128, 149, 153,) y su aplicación al texto confiere a éste la lucidez de lo aprendido de otros autores, la Gran Escuela construida desde que el Hombre aprendió a usar la Palabra, las primeras obras literario-religiosas, maestras de todos los tiempos y nunca superadas, en ellas está todo, porque quizá no hay nada nuevo bajo el Sol.
Y habla del estruendo de las trompas celestiales, de simas carcelarias, de dar vista al ciego, abrigo al desnudo; las jerarquías angélicas aparecen como el estrépito del Juicio Final donde Dominaciones, Serafines, Arcángeles, Ángeles... soplarán sus trompetas de Justicia.
Con frecuencia su poesía cobra tintes de escritura automática, reveladora del subconsciente, en un largo discurrir por el mundo de lo inconsciente y puro, dejándose llevar a una sucesión de ideas que devienen en ideas que, a su vez, devienen en imágenes, en sueños, en lo onírico de un mundo un tanto alucinado inmerso en el arte creador del poeta.
Para terminar nos dice:
… -marcados, esclavizados-
por una oculta mano, como un duro
e inexorable sino creciente
de poder y de sombra.
(Bousoño: “El ojo de la aguja”, 154)
CONCLUSIÓN:
El Poder y la Sombra, al final, fin de todo, Muerte y Nada, otra vez la temática de “El séptimo sello” todo en la misma palabra, todo ello búsqueda de lo que nadie parece haber encontrado nunca, eso es, a mi entender, El ojo de la aguja, Poesía, Metafísica, Filosofía, Teología, Química, Biología, Conciencia. Conciencia del ser humano frente al Ser Supremo, o tal vez desafío del Ser Supremo frente a sus criaturas, Bousoño en este caso.
Porque él, Bousoño, también busca el Más Allá sólo con recursos del Más Acá ¿ha sido alguna vez posible, o reintenta lo que tantos han intentado antes que él: buscar sabiendo que nunca encontrará respuestas. Entonces, tal vez ¿no es importante encontrar respuestas? Pero es preciso seguir preguntándose para no olvidar que el Hombre es sólo eso, y el Poeta es aquel que se siente capaz incluso de pensar, dice Omar Lara, que la poesía no es sino una cadena de preguntas.... Porque las respuestas están ya dadas. El problema, el enigma, es cuál es la pregunta que le viene a esas respuestas. (O. Lara: 100) Lo aparentemente contradictorio en este caso es sólo eso, apariencia. Preguntas o respuestas dadas, hay en esta ecuación dos términos en los que sólo existen incógnitas. Y nadie, por tanto, encuentra la solución. Son dos formas distintas de mirar lo mismo, el enigma y su búsqueda. O volviendo a Rilke, sus mismas palabras nos invitan a la aceptación: deja que todo te suceda, la belleza y el espanto.
Bibliografía:
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(1976): Teoría de la expresión poética, (Biblioteca Románica Hispánica) Editorial Gredos, Tomo I, Madrid.
CABALLERO BONALD, J. M. (2005): Manual de infractores, Seix Barral,
S. A., Barcelona.
FELIPE, LEÓN (1984): de “Oh, este viejo y roto violín”, en León Felipe, El viento, antología poética, Leopoldo de Luis, Círculo de Lectores, Barcelona.
GAMONEDA, ANTONIO (2004): Esta luz, Poesía reunida (1947-2004), Galaxia Gutemberg (Círculo de Lectores), Barcelona.
GARCÍA MARTÍN, J.L. (1990): Poesía reunida 1972-1990, Libros del Pexe, Gijón.
GONZÁLEZ, Á. (2002): 101+19=120 poemas, Visor, Madrid
LARA, OMAR (2003): Voces de Portocaliu, Serie cuadernos Atenea, Editorial Universidad de Concepción, Chile.
PAU, ANTONIO (2007) Rilke, la belleza y el espanto, Trotta S. A, Madrid.
PESSOA, F. (1965): Obra poética, Río de Janeiro, Aguilar.
RATZINGER, JOSEPH (2007): Jesús de Nazaret, La esfera de los libros S. L., Madrid.
RILKE, R. M. (1978): Los cuadernos de Malte Laurids Brigge, Losada, Madrid.
SICLIER, JACQUES (1962): Ingmar Bergman, Libros de cine Rialp, Rialp, S. A., Madrid.
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